En épocas difíciles, en las que, directa
o indirectamente, todos sufrimos por lo que pasa a nuestro alrededor, hay pocas
cosas que nos reconforten, que nos evadan de esos problemas y nos hagan sentir
un poco menos triste, un poco menos egoístas, sino que, en cambio, nos saquen
una sonrisa entre tanta lágrima y sean capaces de que el corazón, aún, nos lata
más deprisa si nos llama o escribe, aunque no podamos verlo.
El amor, o eso que se le parece,
es de esas pocas cosas que consiguen hacernos sentir así, porque el tiempo no
se recupera, por tanto, mejor aprovechar cada regalo que nos pone la vida, el
destino o lo que cada uno quiera pensar delante de los ojos.
Me dijeron un día: “¿Y si se lo
dices?”….., y eso justamente fue lo que hice, pero fue en vano, porque no obtuve
respuesta. Y duele. Duele bastante. Es una sensación demasiado extraña. Y hay
veces que quieres que los días pasen rápido, olvidar y que no duela, porque en
el fondo sabes que arriesgar es lo que nos da vida, y en ese aspecto no tienes
la sensación de haber perdido la oportunidad, no. Pusiste de tu parte y eso
importa, mucho.
La vida, siempre, nos da dos
opciones: la cómoda y la difícil. Mejor elegir la segunda, pues así sabrás que
no fue la comodidad la que eligió por ti.
Resulta que, a lo largo de la
vida, conoceremos a varios tipos de personas, y sólo uno de esos tipos se quedará
con el libro de tu vida al completo, aunque le resulte pesado, porque aunque
haya cosas que no se deban decir, también las hay imposibles de callar.
Y yo, soy disciplinada y
equilibrada, pero al mismo tiempo espontánea. Por ello, digo lo que siento o
quiero antes de que se convierta en un recuerdo, en un “y si…” o en una
oportunidad perdida. Porque con el tiempo te das cuenta que la vida es para
equivocarse, que el amor está para curarte y que sólo los que te quieren van a
quedarse, simplemente porque el tiempo no se recupera….
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