Vistas de página en total

martes, 19 de noviembre de 2019

Así se acostumbra el corazón a olvidar


La distancia no hace el olvido. Es mucho mejor que eso, la distancia consuela, acepta y cura. Consuela los sentidos, acepta las preguntas sin respuesta y cura las ganas de querer saber de él.

Y así se acostumbra el corazón a olvidar.

Es cierto que estar locamente enamorado es una de esas locuras que hasta te hace sentir especial, diferente al resto y que te tomen por loco o no te trae sin cuidado. Pero estar locamente desenamorado es una de esas locuras cuando ya da lo mismo reírse de todo que llorar por nada; de las de cal y arena, que te quita y otras veces te da, y lo peor es que no sabes si al final te acabará dando o quitando todo.

Un día te despiertas dispuesta a comerte el mundo y de repente, sin avisar, al día siguiente no te imaginas un mundo posible sin él. Es como una constante contradicción que te confunde y que en ocasiones te vuelve loca. Tal vez lo estés, o tal vez no, quizá se sencillamente que todo tiene su proceso, su camino. Dicen que nos enamoramos poco a poco, ¿por qué entonces nos empeñamos en desenamoramos del golpe? Eso sí sería de locos.

Tenemos la mala costumbre de querer olvidar antes de tiempo, de dejar de querer en un tiempo récord y reír cuando el corazón necesita llorar. Tenemos la mala costumbre, sencillamente, de no saber vivir; de desear únicamente los días soleados, olvidando que sin los días de lluvia no apreciaríamos de la misma forma un cielo despejado; de sentir intensamente los buenos momentos y pretender deshacernos de ellos de forma inmediata, cayendo así en nuestra propia contradicción.

La distancia no hace el olvido. La distancia se hace con el tiempo, y el tiempo es sabio; y aunque hoy te quite, mañana pueda dar y pasado te vuelva a quitar, lo importante es saber (y aquí no existe el quizás ni el tal vez), que al final del camino, al final del proceso, te acabará dando todo otra vez.

Y así se acostumbra el corazón a olvidar. Así que…..sonríe.

     Io*