Es increíble como, de un momento a otro, la vida cambia, se detiene eso que te hacía sentir en la nubes, esa persona que antes estaba…. ya no te habla, ya “no quiere nada contigo”. Es entonces cuando te ves en una noria que gira y gira más rápido de lo que puedes soportar en ese momento. Necesitas que pare, necesitas un minuto para decirte: “
¿Qué ha pasado?, ¿Dónde han quedado las palabras, los gestos?”….
Siempre he dicho, y lo mantengo, que es mejor no decir cosas
que igual no puedes cumplir, puesto que la persona que lo escucha, esa a la que
se lo dices, te creerá, claro que te creerá, más si se lo dices mirándola a los
ojos. Y a pesar de todas las decepciones que me he llevado en mi vida, aún sigo
creyendo que una mirada dice más que mil palabras, que las cosas mirándose de
frente no pueden ser de mentira, pero veo que puede haber “especialistas” de la
mentira que saben fingir muy bien, que te hablan tan convencidos, que es
inevitable que no lo creas.
Te conocí. Por fin te conocí. Te tuve a mi lado, mirándome,
hablándome, tocándome, eso no lo voy a olvidar tan fácilmente. Tus besos espontáneos,
me los creí. Me pusiste nerviosa y mi lado cursi no se lo enseño a cualquiera. Pero
has jugado conmigo, parecías convincente y ahora piensas lo contrario. Dices una
cosa y luego es otra y, lo siento, pero no sé con qué quedarme, porque una
persona no cambia de opinión tan rápido, y tú….. no vas a ser la excepción.
Ayer, para mí, la vida se me detuvo un tiempo. Me dio otra
lección: “no confíes en cualquier palabra, no confíes en cualquier gesto, no te
entregues tanto”. Siempre me dice lo mismo, pero siempre termino cayendo,
porque es inevitable, porque una siente y ante esos sentimientos no hay autocontrol
que valga.
Hace tiempo la vida me habló de ti, pues esta no es la
primera vez que “despareces” de mi vida. Sí, claro que me he preguntado: “¿Volverá
a suceder?”, porque dicen que no hay dos sin tres. Ayer me recordó cosas que
tal vez ya había olvidado o que, simplemente, tenía guardadas. Necesitaba, y
necesito, es abrazo que ahora nadie puede darme. Necesito llorar, sí, porque si
lo echo fuera no me dolerá tanto dentro.
No podemos decidir cuándo, dónde, por qué y con quién,
porque cuando no esperas nada, todo llega….., o no. Y últimamente, ese es el
pensamiento que me atormenta. Que debe ser que yo tendré algún problema, alguna
tara que no resulta atractiva para nadie. No me agobia estar sola, pero no puedo
negar que me apetece vivir algo bonito, diferente, algo verdadero. Por intención
no es.
Realmente hemos venido a aprender. Intentarlo las veces que
haga falta no es perder. Solo hay que entender que hacerlo mal es parte del
proceso, de eso también se trata la vida. El orgullo se esfuma cuando alguien
te importa, y la sinceridad brilla por sí sola cuando quieres a alguien de verdad.
No estamos para rogar, para exigir ni para sacar respuestas con sacacorchos, ni
para pedir explicaciones, tampoco para darle más vueltas a la cabeza de las
necesarias. Estamos para vivir en paz y con la conciencia tranquila de hacer
las cosas bien y, siempre, de y con corazón. Y aceptar, sólo, a quien lo haga
de la misma forma.
Olvidamos, con demasiada frecuencia, que la vida es corta,
que hay que decirle a la gente que quereos cuánto nos importa. Se nos olvida
que podemos con todo, y que todo es pasajero. Que lo que damos siempre vuelve
de algún modo, que lo que callamos pesa, que las personas pasan, que las deudas
se pagan, que las heridas sanan y que es el tiempo, el único que no regresa.
Quizá en otro momento, en otras circunstancias o en otra
vida, tú y yo podamos volver a coincidir, y quién sabe qué pueda pasar
entonces. Estoy segura de que nos reconoceremos, aunque tengamos otras caras o
cuerpos, porque no se sienten con cualquiera todas las cosas que sentimos.
Io*